sábado, 20 de octubre de 2007

Íntimo recinto

Vocal sumergida,
Consonante interna;
La palabra y la voz,
El nombre y el yo,
Y la sonrisa
Infantil y eterna,
Que en el íntimo recinto
Del corazón
Se encuentra.
Vocal sumergida,
Consonante interna,
Sílabas prodigiosas;
Y la verdadera expresión
Que nunca llega.
La palabra y la voz,
El nombre y el yo
Y la sonrisa
Infantil y eterna
Que en el íntimo recinto
Del corazón
Se encuentra.



© Xavier de Tusalle

San Rafael, 16 de febrero de 1997

jueves, 18 de octubre de 2007

SC, otro clavo más en mi corazón

Pues sepan vuestras mercedes que:
Según he podido constatar -aunque ya lo sabía- la SC es eso... otro clavo más en mi corazón.
Si Cervantes levantara la cabeza -hombre tan curtido en las letras y los usos mundanos, tan manco por nada, tan luchador por poco, deudo de maravedíes pero prestamista de experiencias- probablemente pensaría que las cosas no han cambiado demasiado y preferiría seguir durmiendo.
No así su ínclito personaje don Alonso Quijada, forjador de sendas nebulosas y destinos inciertos.
El caballero de la triste figura refleja el mundo que le tocó vivir; el orden que no ha cambiado todavía, del que aún existen reflejos difíciles de interpretar.

Básicamente, la comunicación humana no existe; es una entelequia. Son tantas las interpretaciones de la realidad que sólo hay opción para el sueño... por eso existen los artistas. La realidad sólo puede ser comprendida desde la ficción; es un hecho ponderable que he defendido toda mi vida y que, día a día, constato.

Por eso el mundo no cambia y la gente -todos nosotros- permanecemos inalterables; atiborrados de razones, justificaciones, estupideces, codicia y autoindulgencia.

Democracia, justicia, religión, honestidad son todas autoindulgencias en el mercado del parecer, esperando el momento del mejor postor, del usurero de turno que vende esperanza por treinta monedas.

Hoy me he dado cuenta, una vez más. Nadie habla de la belleza, del bien y la verdad -conceptos tan machuchos en nuestros días- todos opinan sin mucho conocimiento de causa de las razones del mercado y la trapichería; todos arguyen y bufan, se jalean y se retractan, y vuelven a la carga para demostrar que los seres humanos somos una especie de cáncer de la biosfera...

El hombre es un lobo para el hombre, y para todo lo demás, y hasta que no llegue el día de la auténtica consciencia, no hay nada que hacer.

Nos peleamos por baratijas y juguetes inservibles, acrecentamos el dolor y la estulticia mientras nos dedicamos a destruir nuestra casa -la Tierra, la pureza, la veracidad- de un modo harto eficaz.

El Quijote es un libro repleto de enseñanzas heredadas de los sarracenos, de la Tradicion sufí, vigente en España desde el siglo VIII, transmisor de una fuente que indica cómo llegar al sentido común, del que está desprovista la mayor parte de la humanidad.

La intransigencia humana es repugnante.

Creía que había un resquicio en el arte, en la búsqueda del conocimiento y la belleza -que son los verdaderos baluartes del ser humano- pero aún estamos en la época del Neanderthal.

¿Existe la democracia? ¿Se ha abolido la esclavitud? ¡Despertad! Las viejas fuerzas que rigen la segunda ley de la termodinámica -la entropía- gozan de una salud espléndida. El Enredador se lo pasa pipa cambiando las cosas de sitio pretendiendo el orden, aunque todos sabemos que es un caos operativo.

Somos tan estúpidos que no podemos ver nuestra propia estupidez. Y así nos va.

Hoy se ha hablado de todo menos de lo que se tiene que hablar.

Pero el caballero ridículo de la triste figura continúa sus aventuras en un lugar del que nadie quiere acordarse... No ha dejado discípulos, cada uno interperta la realidad según su conveniencia.

Mientras tanto, las estrellas se apagan una a una y reina la oscuridad...

Lo dice uno que emprendió hace mucho tiempo el camino del conocimiento, que tuvo sus maestros en el difícil aprendizaje de distinguir la realidad, que reconoció fantasmas y estantiguas, molinos de viento y pellejos vinateros... y aún tiene que aprender a aprender el camino de vuelta a casa.

Cosa que pongo en el esforzado magín de vuestras mercedes.


Tus el Arquero de las Estrellas
Caballero de la Rosa Azul